Magritte viaja en barco

Magritte viaja en barco

“¿De qué huyes si lo que llevas dentro te seguirá a donde vayas?”

En aquel barco, como en un cuadro de Magritte, las realidades se intercambiaban en mi mente. Todo viaje supone siempre un trayecto, una espera que induce a una creación de un tiempo y espacio distintos. Siempre he sentido los trayectos como paréntesis de tiempo creados sólo para la reflexión conmigo misma, un tiempo definido para saltar de un lugar a otro, de un estado a otro. En definitiva, un tiempo para la indefensión ante lo propio, en el que debo acostumbrarme a una nueva realidad, que a veces puede que no llegue ni a comprender. Y es en esa mágica espera, donde comienza mi viaje. El viaje que aún no es viaje, la espera que no es espera… una pipa que no es una pipa.

En este devenir, floto en una isla, con su lógica, sus tiempos, una metafísica propia, instalada en tierra de nadie, lejos del lugar de partida y aún ajenos a la llegada. Viajar desajusta los sentidos, no cura de uno mismo, sino que es en el viaje cuando melancolías, tristezas, quimeras, etc. se acentúan y así fortifican el ser en un estado temporal de mimetismo con otra realidad, con el único fin de despertar la realidad propia.

Ese barco, como en un cuadro de Magritte, me ayudó a tratar de ajustar las piezas de mi propio yo antes de estabilizarme en mi nueva condición después del trayecto. Y es que No se escogen los lugares predilectos, se es requerido por ellos, como yo fui requerida, por aquel barco.

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