El viernes pasado cuatro fotógrafos se congregaban en el MAC para charlar en foro abierto sobre el futuro y lugar de la fotografía: Vari Caramés, Ricky Dávila, Carlos Cánovas y Aitor Ortiz moderados por Jorge Couceiro.

Acudí con un grupo de amigas que últimamente han aportado más a mi vida que cualquier libro, cualquier imagen o cualquier cualquier otra cosa, con el ánimo de encontrar un foro abierto en el que poder dialogar con cuatro referentes sobre fotografía, imagen, rol y papel de la misma etc. eso que hacemos nosotras siempre, pero tratando de encontrar nuevas perspectivas y nuevos cauces. No hay oportunidades así a menudo en la zona,así que si la cosa finalmente no valía la pena, sí lo valdría nuestra cena de después en el Jazz Café comentando las mejores jugadas.

Muy a nuestro pesar no nos encontramos con el foro esperado, el debate fue lento, institucionalizado y poco dirigido al público. El moderador ralentizó demasiado el ritmo de la conversación al pasar preguntas de un ponente a otro con un patrón demasiado rígido, restando dinámica y espontaneidad al asunto, y el final se hizo pesado.

A pesar de esto, puedo decir que realmente me interesó el discurso de los cuatro. Encuentros así me dan acceso a otrasmiradas con las que puedo construir una nueva concepción poliédrica de la mía, en la cualdurantedías y días se siguen asentando ideas y que se ve instada al debate, al cuestionamiento y en definitiva, al crecimiento y afianzamiento de un criterio que intento hacer más mío cada día.

Una de las partes del debate que más me interesó fue la que se dedicó al Photobook debido a la “edad de oro” que está viviendo, debate que yo misma quise recalcar al ofrecer a la mesa de invitados una pregunta que versaba sobre la posibilidad de que el estado actual sea una potencial burbuja que acabe explotando y sí estamos cayendo en la obsesión de primar la forma sobre el contenido en los libros, desposeyéndolos de esta manera un poco de su función de comunicadores de historias.

La respuesta de Ricky fue clara y para mi convincente. Explicó que “el libro es la mejor embajada del trabajo de uno para la consecución de otros fines, y ha sido un proceso de naturalización del trabajo, no como ocurría en el pasado que era una canonización de un trabajo consagrado, y que si no publicabas, no eras nadie”. A esto añadió que probablemente sí estemos asistiendo a una época de sobrediseño que se acabará superando y normalizando y también instó a la sala y a mí misma a evitar a aquellos que se sientan de otro lado de una mesa y se instan como jueces, ya que si alguien trata así el trabajo de otro, no vale con lo que no se deben buscar gurús ni la complacencia de nadie, sino nuestra propia verdad a través del libro.

Pero con lo que me quedó de corazón fue con la frase que me dijo al terminar la charla y despedirme de él: “No hagas las cosas para despertar la admiración de nadie. Hazlas para despertar su interés”. Y prometo que eso haré.

Otro de los temas en los que se ahondó fue en la democratización y saturación de imágenes en la que estamos sumergidos. El fenómeno selfie (que como muy bien refunfuñó Vari, que selfie ni que selfie, siempre han sido autorretratos), la era de la fotografía móvil, de google…

Siempre he dicho que la democratización de la fotografía ha tenido sus pros y sus contras, la inmediatez y la facilidad de acceso no siempre son buenos ya que desposeen a la fotografía del poso y cadencia a la que debe ser sometida y acceder al trabajo de un autor a través de Google hace que éste pierda la narrativa, el matiz como explicó Ricky Dávila.

Pero por encima de estos “errores” de formato que puede proporcionar la simple visualización de un trabajo vía Google en lugar de hacerlo desde un libro o un conjunto de copias, está el “error de concepto” en el que se incurre de lo que es y no es un fotógrafo. “Hacer fotos no es ser fotógrafo. El fotógrafo articula una historia a lo largo del tiempo que nos interpola. Hacer fotografía es algo más serio que un selfie. Todo el mundo puede hacer fotos, pero no todo el mundo puede crear un universo preciso y precioso.” Así y con un Ricky, deja que la gente sueñe…sentenció Vari Caramésesta disyuntiva y yo que quieren, presa de la emoción, no pude reprimirme a rematar con un aplauso estas palabras. Llámenme sentimental, pero yo aún me emociono, cada vez menos… pero todavía sí (hay esperanza).

Para rematar este yermo debate de los formatos y soportes, al que muchos siguen teniendo un apego que no entiendo, ya que creo que cualquier medio es lícito para articular discursos siempre que sean coherentes, Ricky Dávila hizo hincapié en que hoy en día mucha gente está articulando historias con teléfonos móviles, gente “sin oficio” pero con una limpieza de mirada que ya quisiera para él mismo, e insistió en que cuanto peor vemos, mejor miramos, frase a la que Carlos Cánovas apostilló a que si se trabaja desde el interior a veces cuanto pero se mira, mejor se ve porque se mira desde dentro.

Y del oficio ese al que Ricky nos remite se habló también largo y tendido, se volvió a remarcar la dificultad para vivir del medio afirmando que un autor es pobre, pero este es el terreno donde se forjan los héroes, épica regalada por Caramés a lo que añadió que él hace lo que le hace feliz y que si de vez en cuando le pagan, por eso ya no puede pedir más, debemos disfrutar de lo que hacemos sino, nada tendrá sentido y llegaremos a un punto en el que diremos como Oteiza; 20 años de artista pobre y ahora me dais un premio de mierda”. La frustración no sirve de nada y si esto no es una oda al “oficio” yo no sé cómo sería.

El oficio es un camino largo y Dávila nos aseguró que hoy en día, “Las nuevas generaciones no han tenido la distracción del trabajo mercenario y que no se debe confundir oficio con poesía. Cuando ambos confluyen, es un lujo”. A esta aseveración Cánovas añadió que no hay que demonizar el trabajo mercenario que una persona puede durante veinte años trabajar en una oficina y seguir creando, lo cual yo corroboro completamente ya que por suerte poseo un trabajo alimentario que sigue alimentando mis ansias.

Podría seguir transcribiendo las miles de palabras que allí hicieron eco, pero llegó un momento que decidí dejar de escribir y simplemente escuchar. Os dejo con una reflexión de Carlos Cánovas a propósito de una famosa cita de Brassaï. Y por supuesto instándoos a visitar la exposición que puede verse en el MAC de Aitor Ortiz.

“Los temas son infinitos pero nuestras obsesiones no. Y es cierto, todos fotografiamos nuestras obsesiones. Igual que se dice que los artistas pintan siempre el mismo cuadro, los fotógrafos siempre estamos haciendo un autorretrato. Al hacer una fotografía te estás definiendo, estás definiendo cuál es tu posición en el mundo, cómo es el mundo que ves. Las obras dicen cosas del mundo, pero dicen muchas más cosas del propio fotógrafo. De alguna manera, fotografiar es proponer una definición a los demás, someternos a su juicio”