Ayer descendí de nuevo del norte al sur, a este sur, que es norte, pero que también es sur… en fin, que ya estoy en casa de nuevo, y como siempre, deshaciendo la maleta y rehaciendo memorias, me he sentado a escribir.

En este caso, mi viaje a Bristol fue por motivos laborales, así que el viaje prometía poco más allá de la jaula dorada a una hora del centro de la ciudad en la que cada día durante casi 9 horas nos impartían un training a un ritmo que bien podría ser de Formula 1. Sin embargo en mi ánimo inquieto de aprovechar cada momento y oportunidad, me cargué con un mapa y muchas búsquedas en internet, y una vez más, “this boots are made for walking”, así que el sábado de noche, ya cené en Clifton y recorrí sus calles.

Me habían dicho que Bristol era una ciudad que agrupaba una gran fuerza creativa, y que su multiculturalidad la hacían peculiar dentro del Reino Unido, y así es. La escena musical sigue siendo potente e incansable, y cualquier día de la semana puedes acudir a algún evento, conciertos, muestras, galerías pop – up y como no el consagrado arte urbano de Bansky pueblan las calles de una ciudad a golpe de paso, ya que Bristol es abarcable y amigable al paseante, así que, con toda la ilusión del que empieza, me pasé el domingo caminando.

Mientras recorría el puerto y el centro, una frase que leyera hacía unos días en JotDown retumbaba en mi cabeza: “Es bonito pensar en las catedrales del trabajo convertidas en recintos del conocimiento.” Pertenece a un artículo sobre Madrid que bien podría aplicarse a Bristol, ya que a medida que recorría los restos industriales reconvertidos a museos, cafeterías, paseos, una sonrisa se esbozaba en mi cara, y una grieta en el corazón. Es bien sabido por todos, la conciencia de “reutilización” de los espacios que tengo e intento infundir, creo firmemente que los espacios deben ser conquistados con nuevas funciones y revivir para acumular memorias y no sepultar unas con otras.

La sonrisa en mi cara se dibujo al ver una ciudad que tan bien ha sabido hacer esto y que ha configurado un harbourside tan bonito y vivible, y la grieta en el corazón, pues ya se lo imaginan, pensar en mi gran amor (esa mala amante) que es Ferrol que tanto ejemplo podría dar, que tanto podría reutilizar, crecer y que tan poco hace por evitar su propia ruina… en fin… la historia de siempre.

Y paseando, paseando llegué de galería en galería a una zona de regatas, y mientras charlaba con un grupo de chicos que calentaban para la prueba, me gire… y voilá, The Girl with the Pierced Eardrum estaba detrás de mí, la magia de Bristol, encontrar sin buscar.

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The Girl with the Pierced Eardrum – Bansky

 

Siguiendo con mi búsqueda por animar mis solitarios días en Bristol, busqué debido a mi yonkismo crónico preocupante, un Photobook Club, librerías y similares… (que le vamos a hacer, a estas alturas, ya no hay curación posible para mí ni metadona, ni nada… estoy condenada), y así fue como encontré el evento Turkey & Tinsel que el Photobook Club Bristol organizaba para el viernes noche, y que mejor plan para una chica sola en Bristol, así que allí me presenté.

La primera sorpresa al llegar fue comprobar que era un español el que dirigía el IC Visual Lab, otro de los puntos que mi mapa había considerado en su recorrido y que era el encargado de organizar toda la velada junto al Photobook Bristol. Fue un placer charlar con Alejandro y que me contara un poco como están las cosas por Bristol, pero lo que fue un goce fue disfrutar de la película “Turkey and Tinsel. Blackcountry goes South”, la última película de Martin Parr de la serie “Black Country Stories”.

Os recomiendo encarecidamente este trabajo que da una versión cómica pero muy tierna de la tercera edad en esta parte del Reino Unido que arrastra una desindustrialización voraz y que tiene tan peculiar personalidad. Contar con Martin Parr entre los asistentes fue para mí una grata sorpresa, ya que me permitió vivir mi “momento fan”, pero en general todo fue una fiesta, divertido y lleno de gente. Hubo baile, comida y mucho humor, así que esto me está haciendo replantearme las cosas y como quizás debiéramos reencauzar ciertos eventos… … etc etc bla bla (a cabeza non para…)

Y esta es la historia de cómo un viaje de trabajo se convirtió en un provechoso viaje a una nueva ciudad a la que ya echo de menos… aunque me han dicho que en mayo hay un festival de foto y en junio uno de música muy cerquita… así que, quién sabe si Bristol y yo nos volveremos a ver, por ahora, ya nos queremos mucho.