ab imo pectore
En esta cárcel de acero en donde no paro de exhalar alquitrán, aquí, en lo profundo del vientre redentor de la ciudad, me escondo.
Me olvidé de reír. Soy los sueños muertos bajo el anhelo de la madrugada, y en ella me encuentro perdida, como aquel que en su calma no encontró alivio, como el que susurrante y dubitativo, echó los pies al suelo.
Rodeo el asfalto con mi aura de desencanto y me reencuentro en una pálida esquina con lo que fue de mí. La ciudad late y yo estoy viva. La ciudad me arrulla. La ciudad me odia, y yo recojo mis sueños en cada buzón, en cada papelera, en cada adoquín de esta acera, por donde delicados o tortuosos fueron mis pasos, esta acera, que es todas las aceras. Está ciudad que es todas las ciudades, que es la historia repetida.
Esta ciudad que es sólo mía.
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