Hace ya un mes partí de viaje camino de Tánger con Cienojos. La verdad es que en aquel momento necesitaba mucho de la luz que Tánger me ofreció y también un parón en el sinsentido de prisas, deberes y obligaciones que en los últimos tiempos se me estaban pegando al cuello como soga de horca. Y así fue como llegué a Tánger taciturna y marchita y como día a día renací un poquito más a mí misma, para cuando estaba más a gusto, tener que volver corriendo a sumergirme en un mar de prisas.
Lo cierto es que ahora, a mes pasado, en mi mente todo se clarifica y más de una reflexión me acompaña a diario. Tánger es una ciudad diferente, diferente a todo lo que he conocido y que engatusa poco a poco de forma sibilina y sin que te des mucha cuenta. Hoy recuerdo las calles de la parte alta como un remanso de paz del que hacía tiempo no disfrutaba, y las gentes como una lección de vida para mí. Gente sencilla que nos devuelven al suelo a los que como yo, vivimos llenos de prejuicios y que de alguna forma, nos hemos olvidado de lo que realmente es vivir.
A parte de la fisionomía e idiosincrasia de la ciudad, Tánger también me ha ofrecido una experiencia humana al lado de gente nueva que me ha aportado mucho. Gente al lado de la que reflexionar o por la que reflexionar, ejercicio que de vez en cuando es sanador, ya que nos libra de nuestro ensimismamiento y boberías, abriendo de nuevo la mente a la realidad que habitamos.
Dos de las personas que más me han hecho reflexionar de forma directa o indirecta han sido Alfredo Cáliz y Hicham Gardaf. El primero, veterano fotógrafo de dilatada trayectoria, debido a su discurso y a la honestidad de su trabajo, y el segundo por su juventud y calidad fotográfica. Hicham, nos acompañó durante buena parte de las horas que pasamos en Tánger, y a sus 23 años sin haber recibido ningún tipo de formación fotográfica, sólo al salida de libros de Magnum y apuntes sacados de internet, posee en su haber un buen imaginario digno de ser tenido en cuenta. Mi admiración.
Este hallazgo, al lado de un buen ristrel de fotógrafos marroquíes que se nos proporcionaron como referencia durante nuestra estancia, me ha hecho retomar la conferencia que Jesús Micó ofreció en la PA-TA-TA, sobre la periferia.
Periferia, adorado paraíso que algunos como yo, habitamos con orgullo y prestancia, aun dudando a veces de si será una jaula dorada en la que nos movemos muy a gusto pero de forma limitada, o si realmente será un espacio tan válido como lo puede ser los considerados “centros de cultura”. Dudo a menudo, y es un tema que me ofrece grandes desvelos, ya que supongo que como para otros muchos no hay una respuesta rotunda y certera, pero son discursos como los de Jesús Micó y hallazgos como los de Hicham los que me hacen reforzarme en mi teoría de que la periferia existe y como habitantes de los márgenes podemos crear espacios de libertad, de creación sin necesidad de los grandes mecanismos, que tendremos que luchar más, pero que NUNCA debemos rendirnos a unas evidencias que a veces no lo son tanto.
Os espero en la periferia, justo en el centro de mi paraíso particular.