Recuerdo mi infancia como un verano eterno, el calor sobre la piel fría y áspera por el salitre, el horizonte amarillo y reseco, aquella brisa que continuamente me agitaba el pelo y llenaba todo de arena… recuerdo aquellos veranos en los que la arena debajo de la cama llegaba hasta octubre.

Es imposible hacer una reseña de mi niñez sin que me deslumbre una luz dorada que tiñe todo de verano, que huele a mar y a crema de zanahoria, que se desliza entre toallas y que me envuelve en los escalofríos de las tardes de septiembre en la orilla. Es inevitable recordar ese frío en la piel sin que al momento me envuelva una paz interior que aún no he conseguido recuperar.

Hace mucho que los veranos ya no son así, son cortos y fugaces, y ha pasado que incluso estando en julio he muerto de frío… son épocas dicen, pues esta será otra. Ya saben,… la crisis del paso del tiempo, da igual si suman 30 o 40,… digan lo que digan aprieta, y uno hace cuentas, a veces pienso que demasiadas, sin embargo paradójicamente, siempre que necesito escapar o pensar, corro a las orillas de mis memorias de verano y en cinco minutos de coche ya estoy allí, paseando mi exuberante melancolía por los lugares que pueblan mi infancia.

El viernes el abuelo cumplió 92 años, y otro domingo más fuimos a dar nuestro paseo matinal, que no es más que otro intento fugaz de agarrarme a aquellos veranos y a esa ansia de permanecer en un tiempo que ya no es.

Mientras nos percatábamos que el esplendor del amarillo y el morado ya se había apoderado de los campos, mi abuelo me explicó que este sería el verano más largo del siglo, ya que las témporas nos regalan tres días más de estío, y que según él, esto ya no volverá a pasar en cientos de años. Según paseaba serpenteante me miró y me dijo: “eso implica irremediablemente que también será el invierno más corto del siglo”. Seguí caminando y ya no pude hablar mucho más en lo que duró el paseo; el verano más largo del siglo… el verano más largo del siglo… no paré de repetírmelo, y desde ese día es para mí una obsesión. Aprovéchelo, porque probablemente no tengan la oportunidad de vivir otro

Bienvenidos al verano más largo del siglo. Bienvenidos a Summerland