En los últimos tiempos hemos visto proliferan métodos nuevos de financiación y de salir adelante. A los tiempos feroces de la crisis se imponen la reinvención, las ganas y el poder del grupo. Esto se traduce en nuevas experiencias que tratan de asemejarse al más tradicional trueque y que han desembocado en modelos como el crowdfunding y el crowdsourcing.
Estas nuevas alternativas causan de repente ilusión, y abren muchas puertas, muchas muchas, y esto no es bueno, seamos claros, esto hoy por hoy es necesario. Es necesario porque no hay manera institucional posible de cubrir/suplir ciertas carencias o de apoyar ciertas iniciativas, y también, por qué no decirlo, porque desvincularse de la “institución” a veces es una obligación. Independencia y claridad de conceptos vienen de la mano de la autosostenibilidad de un proyecto y en mi opinión, el mundo actual necesita mucho de estos conceptos. Pero volvamos a ser claros, nada se hace sin dinero, digan lo que digan y por mucho que se azuce ahora mismo a emprender y se inventen palabros tipo “StartUp” y anglicismos varios para que parezca que el tema súper atractivo y poder quitarse del paro a unos cuantos pobres diablos desesperados, el problema sigue siendo el de siempre, “necesito apoyo/necesito dinero”.
Así que apelando a la fuerza de muchos, encontramos la manera de sacar a flote nuestras ilusiones. Proyectos que antes se quedarían en un cajón y serían una loseta más de la tumba de la frustración con la que a menudo, muchos nos topamos, tendrían por lo menos la opción de optar a un concurso público y llenarse de emoción y orgullo al ver como poquito a poquito miles de anónimos “accionistas” depositaban su CONFIANZA en nuestro proyecto y le insuflaban esperanza en forma de pequeñas donaciones. A cambio de esta maravillosa oportunidad, nosotros nos comprometíamos a devolver la CONFIANZA con CONFIANZA y recompensarles haciéndoles dueños de una pequeña participación en nuestro proyecto que, siguiendo con el símil bursátil, sería su dividendo; su recompensa por confiar y apoyar la causa.
Verán, derivas de la vida, este año me he visto muy inmersa en este tipo de temas de forma directa o indirecta debido a mi nueva incursión en el mundo de la RSC y del desarrollo de proyectos sostenibles en cultura, y por supuesto, también por mi fervoroso apoyo a toda iniciativa realizada en pos de la cultura y de la fotografía en particular. Mi acercamiento no es sólo por un ánimo interesado de ayudar a un colega, que también, sino como una manera de buscar una herramienta real y poderosa para escudriñar nuevos caminos donde crecer y generar contenidos. Y aunque todo esto está muy bien, tampoco creamos que acabamos de inventar la pólvora, porque amigos, lo del crowdfounding no es nuevo, ¿o acaso no han existido desde siempre las rifas para la excursión de fin de curso o las colectas para las fiestas del barrio?, lo que pasa, es que ahora nos hemos organizado J
Teniendo todo esto como base, a mí el modelo me funciona, por lo tanto lo apoyo. ¿Pero qué pasa si un eslabón quiebra la cadena de confianza?
Pues lo que pasa es que todo esto que tantos buenos frutos ha generado se irá a la mierda, y lo más triste es que se irá a la mierda por lo que se van siempre las cosas al traste, por culpa de cuatro jetas sinvergüenzas a quienes su egoísmo e ignorancia no les deja ir más allá de sus propias narices.
Cuento esto con mucha pena, porque sinceramente creo que este modelo de financiación va a comenzar a hacer aguas y no por los amagos del gobierno de gravarlo (que parece que se disipan), sino más bien por la mala fe de algunos. Esto lo expreso en base a mi experiencia personal, ya que de seis proyectos en los que he depositado mi confianza, sólo en tres he obtenido de vuelta lo que se prometía, esto da una media de 50% de iniciativas que no han cumplido lo prometido, es decir que han roto su confianza en el inversor.
¿Qué sucede ante esto? Sucede que aunque la persona que ha apoyado la causa (o sea yo), no la haya apoyado simplemente por la recompensa, sino por el ansia de que saliera adelante, a pesar de eso, se siente traicionada y en cierto modo estafada, por lo que su interés por estos modelos de financiación quedan resentidos, viendo la posibilidad de participar en iniciativas futuras claramente menguadas con prejuicio de aquello que sí se comprometen con su proyecto, su público y sus propios valores.
Suele suceder que las grandes iniciativas siempre se quiebran por mentes estrechas y desvergonzadas que por avaricias bastante mundanas y pueblerinas ponen en jaque lo que otros han construido con principios, sudor y esfuerzo.
¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Cómo juzgamos a estos caraduras?
Ustedes dirán.